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Inicialmente pensado para servir sólo de bitácora personal; hemos decidido retomarlo y reonrientarlo a fin de incluir opiniones relacionadas con el derecho del trabajo y de las condiciones y medio ambiente del trabajo.



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lunes, 1 de noviembre de 2010

EL DIABLO VISTE DE PRADA…..


Como muchos domingos dedico la noche a mirar alguna película que mi proveedor de televisión ofrece y hoy me tocó volver a ver “El diablo viste de Prada..”
Realmente no me interesa hacer una critica de la película; no soy crítico de cine ni pretendo serlo, pero un par de escenas me hicieron reflexionar algunas cosas y me impulsaron a escribir.
Hay una escena en donde Anne Hathaway (Andrea "Andy" Sachs) camina en la noche neoyorkina ataviada de Chanel® y Burberry® y además contesta llamadas en un smartphone con total tranquilidad; pues bien, pensaba en lo imposible que es hacer eso mismo en la noche caraqueña.
En tiempos de revolución bolivariana, vestirte bien equivale a una invitación al secuestro, el hurto o el robo; contestar un smartphone significa correr el riesgo de ser despojado de una herramienta de trabajo o de un símbolo de estatus, como se quiera asumir. Es decir, nos limitan nuestra libertad de decidir, comprar, vestir y usar, nos limitan nuestra libertad de vivir.
Por supuesto cuando reflexionaba y pensaba en mi pequeña hija, también caía en la tentación de salir corriendo hacia otro país para autoexiliarme y tratar de alcanzar esa tranquilidad, esa anhelada paz y al fin poder caminar sin tener que mirar hacia todos lados y desconfiar de todo y de todos. Me sentí tentado a querer alcanzar todos esos bienes magníficos que el capitalismo americano y europeo no se cansan de ofrecer.
Sin embargo ¡La realidad siempre se impone! Como si es tan fácil emigrar y lograr lo que uno ya disfruta aquí. Me costó graduarme en la Universidad, me ha costado echar adelante a mi Escritorio, me he sudado cada uno de mis clientes y en fin salgo todos los días a luchar por hacer pequeños cambios con la intención utópica de ver algún día a mi país en la senda del desarrollo y sobre todo en paz.
Ese cambio tiene que ser posible y la mayoría de los venezolanos somos buenos, honestos y trabajadores; por lo tanto solo falta que un día salgamos a la calle con la intención de cambiar sólo lo que nos rodea, nada de empresas mesiánicas y metas imposibles, sólo lo que nos rodea; que dejemos de ser habitantes para ser ciudadanos.
Por lo tanto, yo si me quedo en Venezuela y seguiré luchando hasta el último aliento para que mi hija pueda caminar vestida de diseñador, contestar su teléfono inteligente sin tener que mirar hacia los lados y en fin que los delitos que leamos en la prensa sean sólo el hurto de alguna bicicleta.

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